jueves, 28 de agosto de 2014

CIRCULAR POR SIERRA NEVADA










En estos últimos días he realizado una de las excursiones que muchas veces he planificado en mi cabeza pero que por diversas circunstancias no he llevado a cabo, en compañía de dos buenos amigos, José Ballesteros y Antoñito Mariñosa. Sin mucho tiempo para organizar y sin tener nada claro decidimos hacer un circular para conocer rutas distintas que sobre la marcha iríamos definiendo, hacer algún Vasar (Alcazaba o Mulhacén) y alguna cumbre importante; aunque nada de ello sea necesario para disfrutar de la inmensidad esta sierra. Todo está abierto a las ganas, al esfuerzo que podamos realizar y al tiempo de que disponemos.
Llegamos a Güejar Sierra a la hora de la tapita, empezamos bien; y lo primero que hacemos es ir a echar una cañita al bar del “Marqués de la Malafollá”. José ya nos ha hablado del carácter que gasta este personaje, haciendo gala de la “malafollá granaina”. Entramos al bar con cierto recelo, es como una cueva llena de recuerdos, cachivaches y demás objetos peculiares; la música a tope. Nadie en el pequeño local, sólo un hombre enjuto con un bigote horizontal y gigante detrás de la barra, que nos desafía con su mirada y con sus gestos. Efectivamente todo lo que por su boca sale son retos lingüísticos, construcciones con a veces cierto mal gusto, y porque no decirlo, alguna que otra “bordería”. Pero pronto nos damos cuenta de que esa es su puesta en escena, que en el fondo es un tío simpático y que lo que pretende es que entremos en su juego. Nos despedimos con una sevillana que acompaña con mucho arte tocando con una caña rota, que minutos antes me puso en la barra cuando le pedí una cañita, acompañado de un “usted lo que tiene es que hablar con más propiedad”. Después de conocer a este hombre, bajamos a comer algo a los bares del río, para pronto dirigirnos a nuestro objetivo. Empezamos la aproximación en coche al punto de partida, para ello cogemos la carretera que nos lleva a lo que era la antigua estación de Maitena, y pasando los túneles por donde discurría el tranvía, llegamos hasta donde se acaba la carretera, allí está el último restaurante y es donde dejamos el coche. Aquí se unen el río San Juan con el Genil, punto de partida de la ruta; son las 17:30h del 18 de agosto, estamos a unos 1200m y unos 10km de nuestro objetivo, que es dormir en Cueva Secreta, un refugio natural que se encuentra a unos 1700m. Sobre las 21h llegamos a nuestro vivac, con algo de  fatiga pues el peso de las mochilas, como fue mi caso era algo excesivo y porque no decirlo, innecesario. Como dice José, echo esto por si… La noche estrellada, a la vera del río y en compañía de un zorro, que espera alguna recompensa, sin encontrarla. Al día siguiente, ascendemos hacia la laguna de la Mosca, siempre próximos a cada uno de los ríos que conforman el Genil, que además se han convertido en nuestra fuente de agua. En la jornada anterior cruzamos el Guarnón y recorrimos el río Real y un tramo del Valdeinfiernos, hoy dejamos éste, para coger la vertiente del Valdecasillas hasta llegar a las chorreras de la Mosca y de ahí, a la laguna. Según los geógrafos árabes éste sería el nacimiento del río Genil, lugar más alto de donde éste recibe agua. El desnivel es de unos 1100m, se nota en el cuerpo, a mi se me hace duro, “joder con el mochilón”, pero bueno el paisaje anima y las ganas de llegar al pie de los tajos de la Alcazaba y del Mulhacén. Una vez allí descansamos, comemos algo y deliberamos qué hacer, con serias dudas pues queremos hacer un vasar, pero no sabemos por donde meterle mano, cuando de pronto una gente que venía del collado del Ciervo, a los que le preguntamos, nos comentan que van a hacer el vasar de la Alcazaba; los ojos se nos hacen bolillas y les pedimos que si nos podemos ir con ellos hasta atravesarlo, para luego de ahí continuar hacia la laguna de Vacares donde podría ser un objetivo para hacer noche. Fue algo espectacular una media hora al pie de los impresionantes tajos de la Alcazaba. Llegamos al puerto del Goterón, donde descansamos un buen rato conversando con este grupo de gente amable y experimentada, que a pesar de su avanzada edad en algunos de ellos, “andolotean” por estos cerros como auténticos chavales.  Ellos se dirigen a las lagunas de las Calderetas y nosotros haciendo un tramo de integral, hasta el puntal de Vacares (3136m), y de ahí a la laguna de Vacares, con una considerable pendiente, para rematar el día. Una vez allí a darnos un chapuzón, que fría ¡Dios mío!, pero que a gustito nos quedamos, estamos cansados, comemos y pronto nos vamos a dormir.
En este punto cabe mencionar la diversidad de leyendas que esta laguna en especial a dado. Fidel Fernández decía de ella: Vista desde arriba, diríase que es el cráter misterioso de un volcán extinguido. Ni una hierba nace en las laderas del embudo. La boca es un círculo de escarpas y de torcales, que apenas por alguna quiebra se puede atravesar. Las paredes interiores están formadas por horribles acantilados que descienden con pendiente casi vertical, y en el fondo de aquel gigantesco circo, al pie de la vertiginosa gradería, se advierte un enorme estanque circular, de aspecto triste y melancólico, lleno de agua inmóvil, que por la profundidad parece negra, y sin arroyo que lo alimente ni desagüe que lo drene. El médico y montañero daba cuenta de las historias tenebrosas que se contaban de ella: los lugareños creían que la laguna no tenía fondo y era un «ojo de mar» comunicado con el Mediterráneo. «Congrega en sus cóncavos ciertos días al año a las almas del purgatorio, brama y produce ruidos como cañonazos, guarda filones de oro puro bajo la nieve de sus ventisqueros, encierra en su fondo el que fue palacio de un rey moro, y da albergue a un ave blanca, cuyo encuentro anuncia la muerte en plazo breve». Antonio Ponz aseguraba en 1754 que en Vacares vivían enormes peces y seres deformes nunca antes vistos. Y los locales creían que en ella habitaba una doncella que atraía a los hombres para hacerlos desaparecer.
En fin es la laguna maldita de Sierra Nevada, pero un lujo despertar a tres metros de ella, aunque, ¡no se si la noche que nos dio el zorro tiene que ver con todo esto!
Llegamos al último día, sensaciones contradictorias, ¡esto se acaba!, ver tan cerca estas moles de piedra, lagunas tan altas, machos monteses, chorreras… pero también el esfuerzo realizado. Salimos del hoyo de la laguna para tomar la vereda de Vacares, que transcurre por unos prados espectaculares hacia la loma del Calvario, considerable desnivel hasta alcanzar el refugio de la Cucaracha. Allí cogemos la vereda de los Presidiarios, a estas alturas se nos hace bastante dura. Después de una zigzagueante caminata, llegamos nuevamente al río Genil, donde nos damos un chapuzón que resucita a los muertos. Cruzamos el puente del Burro, y de nuevo repetimos un tramo de la vereda la Estrella. Nos quedan los últimos cuatro kilómetros para llegar al coche, y para tomarnos una cervecita bien fresquita, que lujo. Se acabó, por fin, aunque pronto pienso, que repetiré, el esfuerzo ha merecido la pena, y por supuesto la compañía. Espero volver el año que viene, hacer el vasar del Mulhacén y subir a la Alcazaba. 
Un saludo y hasta la próxima.