En estos
últimos días he realizado una de las excursiones que muchas veces he
planificado en mi cabeza pero que por diversas circunstancias no he llevado a
cabo, en compañía de dos buenos amigos, José Ballesteros y Antoñito Mariñosa. Sin
mucho tiempo para organizar y sin tener nada claro decidimos hacer un circular
para conocer rutas distintas que sobre la marcha iríamos definiendo, hacer
algún Vasar (Alcazaba o Mulhacén) y alguna cumbre importante; aunque nada de
ello sea necesario para disfrutar de la inmensidad esta sierra. Todo está
abierto a las ganas, al esfuerzo que podamos realizar y al tiempo de que
disponemos.
Llegamos a
Güejar Sierra a la hora de la tapita, empezamos bien; y lo primero que hacemos
es ir a echar una cañita al bar del “Marqués de la
Malafollá”. José ya nos ha hablado del carácter que gasta este personaje,
haciendo gala de la “malafollá granaina”. Entramos al bar con cierto recelo, es
como una cueva llena de recuerdos, cachivaches y demás objetos peculiares; la
música a tope. Nadie en el pequeño local, sólo un hombre enjuto con un bigote horizontal
y gigante detrás de la barra, que nos desafía con su mirada y con sus gestos.
Efectivamente todo lo que por su boca sale son retos lingüísticos,
construcciones con a veces cierto mal gusto, y porque no decirlo, alguna que
otra “bordería”. Pero pronto nos damos cuenta de que esa es su puesta en
escena, que en el fondo es un tío simpático y que lo que pretende es que
entremos en su juego. Nos despedimos con una sevillana que acompaña con mucho
arte tocando con una caña rota, que minutos antes me puso en la barra cuando le
pedí una cañita, acompañado de un “usted lo que tiene es que hablar con más
propiedad”. Después de conocer a este hombre, bajamos a comer algo a los bares
del río, para pronto dirigirnos a nuestro objetivo. Empezamos la aproximación en
coche al punto de partida, para ello cogemos la carretera que nos lleva a lo
que era la antigua estación de Maitena, y pasando los túneles por donde
discurría el tranvía, llegamos hasta donde se acaba la carretera, allí está el
último restaurante y es donde dejamos el coche. Aquí se unen el río San Juan
con el Genil, punto de partida de la ruta; son las 17:30h del 18 de agosto,
estamos a unos 1200m y unos 10km de nuestro objetivo, que es dormir en Cueva
Secreta, un refugio natural que se encuentra a unos 1700m. Sobre las 21h
llegamos a nuestro vivac, con algo de
fatiga pues el peso de las mochilas, como fue mi caso era algo excesivo
y porque no decirlo, innecesario. Como dice José, echo esto por si… La noche
estrellada, a la vera del río y en compañía de un zorro, que espera alguna
recompensa, sin encontrarla. Al día siguiente, ascendemos hacia la laguna de la
Mosca, siempre próximos a cada uno de los ríos que conforman el Genil, que
además se han convertido en nuestra fuente de agua. En la jornada anterior
cruzamos el Guarnón y recorrimos el río Real y un tramo del Valdeinfiernos, hoy
dejamos éste, para coger la vertiente del Valdecasillas hasta llegar a las
chorreras de la Mosca y de ahí, a la laguna. Según los geógrafos árabes éste
sería el nacimiento del río Genil, lugar más alto de donde éste recibe agua. El
desnivel es de unos 1100m, se nota en el cuerpo, a mi se me hace duro, “joder
con el mochilón”, pero bueno el paisaje anima y las ganas de llegar al pie de
los tajos de la Alcazaba y del Mulhacén. Una vez allí descansamos, comemos algo
y deliberamos qué hacer, con serias dudas pues queremos hacer un vasar, pero no
sabemos por donde meterle mano, cuando de pronto una gente que venía del
collado del Ciervo, a los que le preguntamos, nos comentan que van a hacer el
vasar de la Alcazaba; los ojos se nos hacen bolillas y les pedimos que si nos
podemos ir con ellos hasta atravesarlo, para luego de ahí continuar hacia la
laguna de Vacares donde podría ser un objetivo para hacer noche. Fue algo
espectacular una media hora al pie de los impresionantes tajos de la Alcazaba.
Llegamos al puerto del Goterón, donde descansamos un buen rato conversando con este
grupo de gente amable y experimentada, que a pesar de su avanzada edad en
algunos de ellos, “andolotean” por estos cerros como auténticos chavales. Ellos se dirigen a las lagunas de las
Calderetas y nosotros haciendo un tramo de integral, hasta el puntal de Vacares
(3136m), y de ahí a la laguna de Vacares, con una considerable pendiente, para
rematar el día. Una vez allí a darnos un chapuzón, que fría ¡Dios mío!, pero
que a gustito nos quedamos, estamos cansados, comemos y pronto nos vamos a
dormir.
En este punto cabe mencionar la diversidad de leyendas que
esta laguna en especial a dado. Fidel Fernández decía de ella: Vista
desde arriba, diríase que es el cráter misterioso de un volcán extinguido. Ni
una hierba nace en las laderas del embudo. La boca es un círculo de escarpas y
de torcales, que apenas por alguna quiebra se puede atravesar. Las paredes
interiores están formadas por horribles acantilados que descienden con
pendiente casi vertical, y en el fondo de aquel gigantesco circo, al pie de la
vertiginosa gradería, se advierte un enorme estanque circular, de aspecto
triste y melancólico, lleno de agua inmóvil, que por la profundidad parece
negra, y sin arroyo que lo alimente ni desagüe que lo drene. El médico y montañero daba
cuenta de las historias tenebrosas que se contaban de ella: los lugareños
creían que la laguna no tenía fondo y era un «ojo de mar» comunicado con el
Mediterráneo. «Congrega en sus cóncavos ciertos días al año a las almas del
purgatorio, brama y produce ruidos como cañonazos, guarda filones de oro puro
bajo la nieve de sus ventisqueros, encierra en su fondo el que fue palacio de
un rey moro, y da albergue a un ave blanca, cuyo encuentro anuncia la muerte en
plazo breve». Antonio Ponz aseguraba en 1754 que en Vacares vivían enormes
peces y seres deformes nunca antes vistos. Y los locales creían que en ella
habitaba una doncella que atraía a los hombres para hacerlos desaparecer.
En fin es la laguna maldita de Sierra Nevada, pero un lujo
despertar a tres metros de ella, aunque, ¡no se si la noche que nos dio el
zorro tiene que ver con todo esto!
Llegamos al último día, sensaciones contradictorias, ¡esto se acaba!, ver tan
cerca estas moles de piedra, lagunas tan altas, machos monteses, chorreras…
pero también el esfuerzo realizado. Salimos del hoyo de la laguna para tomar la
vereda de Vacares, que transcurre por unos prados espectaculares hacia la loma
del Calvario, considerable desnivel hasta alcanzar el refugio de la Cucaracha. Allí
cogemos la vereda de los Presidiarios, a estas alturas se nos hace bastante
dura. Después de una zigzagueante caminata, llegamos nuevamente al río Genil,
donde nos damos un chapuzón que resucita a los muertos. Cruzamos el puente del
Burro, y de nuevo repetimos un tramo de la vereda la Estrella. Nos quedan los
últimos cuatro kilómetros para llegar al coche, y para tomarnos una cervecita
bien fresquita, que lujo. Se acabó, por
fin, aunque pronto pienso, que repetiré, el esfuerzo ha merecido la pena, y por
supuesto la compañía. Espero volver el año que viene, hacer el vasar del
Mulhacén y subir a la Alcazaba.
Un saludo y hasta la próxima.