¡Qué día hemos echado hoy! No hemos llegado al objetivo que en principio habíamos marcado, pero tampoco ha sido necesario, el Picón lo dejaremos para otro día. Un día fantástico, lleno de postales, las fotos sólo se aproximan a lo visto, no recogen todas las sensaciones vividas, te invitan al recuerdo. Nos dirigimos a Güejar Sierra, y una vez allí cogimos una carreterilla donde escasamente caben un coche y medio; en dirección, según los cartelillos al Lavadero de la Reina. ¡Ah, importante! Hay que desviarse por un carril que tiene “un prohibido el paso, al que no hay que hacerle caso”, curioso e importante pareado al que no hay que olvidar. Varios kilómetros de subida, hasta llegar a una explanadilla donde dejar el coche, a partir de ahí, hay una cadena y no se puede pasar en coche. Nos bajamos del coche y empezamos a flipar, todos los picos importantes de Sierra Nevada ante nuestros ojos. Estamos a unos 2000m de altura. Mochila al hombro y a andar por la vereda de los Papeles, la Loma de Peña Partida y foto en el punto geodésico del Cerro de los Papeles, allí cuando pega el viento pierdes los papeles ¡seguro!. Alguna cabra montesa que otra, se nos va cruzando en el camino y pronto empezamos a pisar nieve. Paradita en el refugio de Peña Partida, que tiene unas vistas espectaculares; por cierto, habitado en esta ocasión. El ritmo no es rápido, pero es que no invita a serlo, hay que disfrutar de lo que estamos viendo; íbamos unos pocos que teníamos pocas o ninguna experiencia de alta montaña, el momento era para recrearse. A partir de este punto, dejamos de ver y sentir en la distancia el Mulhacen, El Veleta, la Alcazaba, etc. para ver más de cerca el cerro Vacares, el puntal de Juntillas y el Picón de Jeres (no se aclaran si es con z o no, yo lo pongo unas veces de una manera y otras de otra, y aquí paz y gloria). Llegamos al Lavadero de la Reina, que no es otra cosa que los arroyos de agua, unas veces subterráneos y otras a flote, que se producen cuando llega el deshielo, una preciosidad. Cuando cruzas un arroyuelo oculto, vas pisando la nieve y escuchas bajo tus pies el agua fluir, impresiona y acojona. Allí decidimos no subir al Picón, un ascenso durillo de dos horillas más; al ritmo que llevamos y con unos nubarrones merodeando lo mejor es volver con las buenas vibraciones hasta ahora vividas. Otra vez será. Al coche y de vuelta a casa con unos 17 km. de buena compañía, no sin antes echarnos unas carcajadas acompañadas de cervecillas con tapa de migas, chorizo, morcilla y papas a lo pobre, muy bien atendidos por una mozuela que tenía al personal a raya. ¡No era nadie, la gachona!
Un saludo.
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